A principios del siglo XX, los coches eran prácticamente un artículo de lujo que solo unas pocas familias adineradas se podían permitir. Esta situación comenzó a cambiar lentamente a partir de la década de 1910, con el lanzamiento del Ford T, un vehículo que se fabricó mediante la producción en cadena, y que sirvió para abaratar costes. Poco a poco, el coche pasó a convertirse en un objeto de deseo al que cada vez más gente tenía acceso.
No es de extrañar por tanto que, a principios del siglo XX, a los afortunados propietarios les gustara posar orgullosos junto a sus coches.
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