Tras la tragedia del Titanic en abril de 1912, una de las noticias que más indignaron a la sociedad fue cuando se conoció que el transatlántico no contaba con suficientes botes salvavidas a bordo para todos los pasajeros, lo que pudo haber evitado la muerte de muchas personas. Como resultado, se comenzaron a establecer regulaciones más estrictas para la cantidad de embarcaciones de seguridad que debía transportar un barco. El inventor canadiense John Edlund tuvo una particular idea por su parte: diseñar una especie de bote salvavidas personal que los pasajeros podrían llevar en su propia maleta.
John Edlund empezó a desarrollar un curioso dispositivo que serviría para garantizar la seguridad de todos los pasajeros del barco que lo llevaran. Edlund había sido de hecho marinero, y había sobrevivido nada menos que a tres naufragios antes de asentarse en las praderas canadienses. Conmovido por el trágico hundimiento del Titanic, finalmente desarrolló en 1915 un traje salvavidas personal de cuerpo completo, diseñado para desplegarse directamente desde una maleta.
Los pasajeros del barco únicamente deberían abrir la maleta, desplegar el traje impermeable que llevaba en su interior y ponérselo antes de lanzarse al agua. El traje estaba además diseñado de tal forma que facilitaba al usuario caminar por la cubierta del barco y entrar luego en el agua. La bolsa en sí misma protegía la cabeza y la parte superior del cuerpo del nadador, y un pequeño orificio de vidrio le permitía al nadador ver hacia dónde se dirigía. Según anunció el inventor, el dispositivo, que también incluía esclusas de aire, mantenía a su usuario seco y seguro hasta por cuatro días, e incluso tenía espacio para llevar algo de comida.
El curioso traje salvavidas portátil de John Edlund levantó cierto interés y varios inversores se mostraron dispuestos a comprar el diseño, sin embargo el inventor rechazó las propuestas pensando que podría comercializarlo él mismo, aunque fracasó en su intento. Su "maleta salvavidas" apareció en periódicos y revistas de América del Norte, y hubo un notable interés en ella durante la Primera Guerra Mundial, pero el invento de Edlund nunca llegó al mercado.
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