Entre las décadas de 1920 y principios de 1930, Estambul vivió un periodo de profundos cambios debido a la disolución del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial y la proclamación de la República de Turquía en 1923. La antigua Constantinopla dejó de ser la capital del país, un rol que pasó a desempeñar Ankara, sin embargo, la ciudad de Estambul se mantuvo como el centro cultural, comercial y simbólico de la nación, conservando su prestigio histórico como un auténtico cruce de civilizaciones.
Durante estos años, la ciudad de Estambul fue testigo de una lenta pero visible modernización impulsada por las reformas de Mustafa Kemal Atatürk, que buscaban secularizar y occidentalizar la sociedad turca. Aunque muchas de estas transformaciones se implementaban con mayor fuerza desde Ankara, en Estambul comenzaron a notarse cambios en la educación, el modo de vestir, la arquitectura y la vida cotidiana. La coexistencia entre lo antiguo y lo nuevo se hacía evidente en sus calles: mientras algunos hombres cambiaban el fez por sombreros occidentales y las mujeres adoptaban estilos de vestir más modernos, aún era común ver tradiciones otomanas conviviendo con estas nuevas costumbres.
El paisaje urbano también empezaba a transformarse, con la introducción de edificios de estilo europeo, la expansión del transporte público y una mayor presencia de instituciones culturales modernas. A pesar de los desafíos sociales y económicos de esta época, incluyendo las consecuencias del intercambio de poblaciones con Grecia y la pérdida de diversidad étnica, en las décadas de 1920 y 1930, Estambul seguía siendo una ciudad vibrante y cosmopolita, donde los ecos del pasado imperial se entrelazaban con los primeros pasos de la nueva República de Turquía.
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