Habitualmente se suele tener una imagen de las mujeres del siglo XIX, durante la denominada época victoriana, de mujeres tímidas, retraídas y poco acostumbradas a los deportes, pero en realidad muchas de ellas participaron de forma activa en una gran variedad de deportes, siendo quizás el alpinismo el más llamativo de ellos.
Entre ellas, destacaron montañeras pioneras como Lucy Walker, la primera mujer en llegar a la cima del famoso monte Cervino (Matterhorn) en los Alpes, o Margaret Jackson, una de las primeras personas en hacer una travesía por el infernal pico del Jungfrau. Curiosamente, mientras muchas de estas mujeres escalaban con éxito todo estos altos picos y montañas, lo hacían vestidas con las clásicas faldas largas de la época.
Algunas de ellas incluso consideraban llevar falda como una gran ventaja. La arqueóloga y montañera Gertrude Bell escribió sobre la gran utilidad de su falda larga, considerándola como un excelente cortavientos para encender un fuego mientras se encontraba en la ladera de una montaña.
Las montañeras del siglo XIX simplemente usaban la ropa que para ellas era normal en aquél tiempo, sin embargo, también realizaron en ocasiones ciertas adaptaciones a sus faldas, como por ejemplo añadir una costura de cordones en los forros para permitir que la falda se levantara fácilmente desde la cintura. A finales de siglo se comenzó a utilizar esta prenda de forma similar a las faldas escocesas, como una inteligente forma de poder abotonarse la falda y crear así un efecto similar al de un pantalón.
Impresionante
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