A mediados del siglo XIX, leñadores y madereros arrasaron una gran cantidad de bosques en la zona noroeste de Estados Unidos, para extraer la madera de aquellos enormes y antiguos árboles. Una madera muy apreciada en la época y que posteriormente sería arrastrada por bueyes o transportada en barcazas a través de los ríos hasta los aserraderos.
Como resultado, el paisaje de estos antiguos bosques cambió radicalmente y quedó poblado de grandes tocones de varios metros de altura, que no podían ser aprovechados como madera debido a que tendían a hincharse en su base.
Cuando posteriormente comenzaron a asentarse los colonos en la zona a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, decidieron aprovechar estos tocones para diferentes usos, y además de servir como refugio para animales, se utilizaron como cobertizos, cabañas, e incluso algunos instalaron un techo, puertas y ventanas, para construirse su particular casa, convirtiendo así los tocones de los árboles en su hogar.
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